2013
es un buen año para refundar la República aprovechando el bicentenario del
natalicio de nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte. La apuesta no
reviste una complejidad tal que implique gravosos trabajos o extensas horas de
reflexión y análisis para alcanzar la meta en 2030. Sólo basta la voluntad
política y la integración ciudadana para, en cuestión de meses, reinventar la
nación dando cuatro pasos básicos:
1.- Respetar
las leyes: La falta de cohesión
institucional derivada del irrespeto a las normas establecidas nos sume en el
caos, crea injusticias, motiva privilegios irritantes e influye decisivamente
hasta en la distribución de la riqueza nacional. Este es un país
sobrerregulado, con un amasijo de leyes desconocidas o clandestinas, que sólo
han servido para gastar papel.
2.- Instalar un sistema de consecuencias: La impunidad, especialmente en favor de quienes fungen como instancias
de poder público o privado, anima a muchos a violar las leyes y envía un
mensaje viral aupando el progreso individual sobre la base del robo, el
narcotráfico, el lavado de activos, el asalto y la muerte violenta del prójimo.
3.- Pulcritud en la administración pública: Nos quejamos mucho del subsidio eléctrico y del gasto tributario, dos
verdaderas centrífugas destructoras de riquezas, pero no cuantificamos lo que
implican el tráfico de influencias, los peajes cobrados en instituciones
públicas, los permisos y aprobaciones y las compras que generan sobrecostos en
perjuicio de las finanzas públicas. Ese es el gran agujero nuestro.
4.- Hacer una reforma política: Necesitamos dar un golpe al clientelismo para que la meta de alcanzar el
poder político no se construya sobre la base de compromisos como la entrega de
instituciones y negocios públicos en dación en pago para que unos vivos cobren
20 veces lo que invirtieron en campaña y creen grandes redes de corrupción.
Después
de esto, todo lo bueno para el país vendría por añadidura.
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