Ray Ortega.
Siempre pienso lo corta
que es la vida y lo mucho que algunos se preocupan por ser, aparentar y lucir
lo que a ellos le sobra y que a muchos les hace falta.
Es que hay muchos que no
se han dado cuenta que son pasajeros, que están de paso y que un día irán a
vivir a la presencia de Dios, y que como dice el Evangelio: “Ahí será el llanto
y el rechinar de dientes”.
Muchos se creen que son
eternos y lo único que les interesa es acumular y acumular y mientras más
tienen más quieren, esos desafortunadamente se creen dioses, y mucha de la
culpa de eso la tiene la sociedad en que vivimos, que nos ha enseñado que según
tienes así vales, y no se dan cuenta que la persona no se mide por lo que
tiene, sino por sus valores morales y familiares.
No nos damos cuenta que
el auto nuevo se pone viejo, que la casa, es hoy y mañana la derrumba un
terremoto, que el dinero va y viene, hoy tenemos mucho y podemos quedar en la
ruina en un abrir y cerrar de ojos, y lo mismo puede pasar con los negocios.
Hace unos días llegó a
mis manos un escrito que lleva por nombre: ¿Cómo se mide la Vida? Y yo lo
quiero compartir con ustedes pues yo creo que nos puede ayudar mucho a
reflexionar sobre cómo debemos vivir nuestra vida, y dice así:
“La vida no se mide según
con quién sales, ni por el número de personas con quienes has salido. No se
mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, por la marca de auto
que manejas, ni por el lugar donde estudias, trabajas o vives. No se mide ni por
lo guapo ni por lo feo que eres, por la marca de ropa que llevas, ni por los
zapatos ni por el tipo de música que te gusta. La vida, simplemente, es otra
cosa. La vida: Se mide según quién amas y según a quién dañas. Se mide según la
felicidad o la tristeza que proporcionas a otros. Se mide por los compromisos
que cumples y las confianzas que traicionas. Se mide por el sabor de boca que
dejas a los demás con tu presencia y con tus comentarios. Se trata de lo que se
dice y lo que se hace y lo que se quiere decir o hacer, sea dañino o benéfico.
Se trata de los juicios que formulas y a quién o contra quién los comentas. Se
trata de a quién no le haces caso o ignoras intencionalmente. Se trata de los
celos, del miedo, de la ignorancia y de la venganza. Se trata del amor, el
respeto o el odio que llevas dentro de ti, de cómo lo cultivas y de cómo lo
riegas. Pero por la mayor parte, se trata de si usas la vida para alimentar el
corazón de otros. Tú y solo tú escoges la manera en que vas a afectar a otros y
esas decisiones son de lo que se trata la vida. La vida será contigo tan justa
como lo eres con los demás. Hacer un amigo es fácil. Pero la vida habla de ti,
por aquellos amigos que fielmente supiste conservar. Por aquellos a los que te
supiste entregar sin exigencias. Aquellos que cuando no estás…lloran tu
ausencia”.
Por eso no te preocupes
mucho por tener, sino preocúpate por ser, pues más vale el ser que el tener.
Termino con el Versículo
26, del Capítulo 16 de San Mateo que dice: “¿Qué aprovecha al hombre ganar el
mundo entero, si pierde su vida?
Extraído de noticiassin
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