Un estudio realizado por los
psicólogos Jens Förster, Kai Epstude y Amina Özelsel, de la Universidad de
Amsterdan, revela que el amor cambia nuestro modo de
pensar y potencia la creatividad.
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Los experimentos de Förster y su
equipo muestran que el sentimiento amoroso favorece el procesamiento global de la información, que se realiza sobre todo en el hemisferio derecho del cerebro, potenciando el pensamiento creativo a la vez que inhibe el pensamiento analítico.
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Según los investigadores, este efecto es opuesto al del deseo sexual, que incrementa el pensamiento analítico y reduce la creatividad. Los investigadores atribuyen estas diferencias a que el amor romántico requiere tener una perspectiva a largo plazo, mientras que el sexo prepara al cerebro para una perspectiva a corto plazo, “aquí y ahora”.
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Según los investigadores, este efecto es opuesto al del deseo sexual, que incrementa el pensamiento analítico y reduce la creatividad. Los investigadores atribuyen estas diferencias a que el amor romántico requiere tener una perspectiva a largo plazo, mientras que el sexo prepara al cerebro para una perspectiva a corto plazo, “aquí y ahora”.
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El amor, ¿cerebro o corazón?: Un
reciente meta-análisis realizado por la investigadora Stephanie Ortigue, de la
Universidad de Syracuse, en Nueva York, revela que enamorarse no sólo puede provocar una sensación de euforia parecida a la vinculada
al consumo de cocaína, sino que también afecta a las áreas intelectuales del cerebro.
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Además ha calculado que el fenómeno
popularmente conocido como 'flechazo' tarda aproximadamente un quinto de segundo en surtir efecto.
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Los resultados del trabajo de Ortigue, publicados bajo el título “La Neuroimagen del Amor” en la revista Journal of Sexual Medicine, revelan que, cuando una persona se enamora, hasta 12 áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberar las sustancias químicas que inducen euforia, como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina o la adrenalina. Y que “diferentes tipos de amor implican a distintas áreas cerebrales”.
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Los resultados del trabajo de Ortigue, publicados bajo el título “La Neuroimagen del Amor” en la revista Journal of Sexual Medicine, revelan que, cuando una persona se enamora, hasta 12 áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberar las sustancias químicas que inducen euforia, como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina o la adrenalina. Y que “diferentes tipos de amor implican a distintas áreas cerebrales”.
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Por ejemplo, el amor
apasionado pone en acción a
las zonas relacionadas con la recompensa y algunas funciones cognitivas
superiores, como las que participan en la creación de metáforas y en la
representación de la imagen corporal.
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Entonces, ¿el amor es corazón o cerebro? “Yo diría que el cerebro, pero el corazón también está implicado", responde Origue, que cita como ejemplo que cuando se generan cascadas de neurotransmisores en ciertas zonas del cerebro el corazón se acelera y aparecen las “mariposas” en el estómago. Según la investigadora entender cómo y por qué nos enamoramos ayudará también a reparar un “corazón roto” por el desamor.
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Entonces, ¿el amor es corazón o cerebro? “Yo diría que el cerebro, pero el corazón también está implicado", responde Origue, que cita como ejemplo que cuando se generan cascadas de neurotransmisores en ciertas zonas del cerebro el corazón se acelera y aparecen las “mariposas” en el estómago. Según la investigadora entender cómo y por qué nos enamoramos ayudará también a reparar un “corazón roto” por el desamor.
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