Son muchas las
peripecias que pasan los educadores para llegar a desempeñarse como profesionales en su área, y a final de
cuentas no pueden ni siquiera tener una vida digna.
Primero deben franquear
todo un rosario de trabajo para poder obtener su título universitario, después
le sigue lo más infernal, luchar para poder ser nombrado, cosa que
es una odisea en este país, pues para que medio se le faciliten las cosas, este
debe de pertenecer al gobierno de turno.
Luego de que consiguen una tanda, viene la lucha
interminable para poder conseguir la otra; y cuando logran tenerla, disponen
enviarlo a uno de los campos más lejanos de donde esa persona reside, con la única
finalidad de que en el tiempo que perdure laborando pase las de Caín.
Posteriormente, para que dicho profesor sea bajado a
la ciudad a impartir docencia hay que hacer una letanía de gestiones; encima de
todo esto, el mal salario que recibe, donde
debe convivir con el alto costo de la vida, de la canasta familiar, de
los medicamentos, el que sólo es cubierto de un porciento por su seguro médico.
Respecto al seguro médico, éste ha venido
presentando inconvenientes desde hace algún tiempo, porque cuando no es que se
lo retiran por falta de pago de las autoridades, es por desfalcos de los
funcionarios que han dirigido esa cartera.
Esto no es todo, además están las condiciones
precarias en las que trabajan en muchas ocasiones, en la cual no tienen un
espacio decente para desempeñarse, y ni que decir de los pobres estudiantes; pero
sobre todo la pírrica pensión que reciben luego que son jubilados, que no les
da ni siquiera para el sustento diario.
Todo esto sumado, da un resultado, la mala calidad
en la educación, ya que los profesores desde sus inicios no reciben ningún
incentivo que les motive a desempeñar sus funciones con dignidad, para poder suministrar
decorosamente al estudiantado una educación estimable.
Este es el triste rostro de la educación dominicana,
que se refleja día con día, y lo lamentable es que a medida que transcurre el
tiempo, no se ve mejoramiento, sólo se observa la indiferencia de las autoridades,
y las promesas incumplidas por parte los que quieren vivir de sueños, pero
lamentable no podemos más que vivir de realidades.
Ojala que esta situación mejore, para el bien de los
docentes, donde se les dé una mejor calidad de vida, como entes decentes, con
dignidad, sin carestía, porque son los que forman a las nuevas generaciones,
que vendrán con deficiencia, educacionalmente hablando, sino se toma el debido control.
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