Franklin Mena |
Franklin
Mena
No sería difícil de entender por lo que estamos
pasando los dominicanos, herencia de unos dirigentes políticos no convertidos a
Cristo, pero sí arropados e inundados de
una avaricia y una necedad, pensando como el rico que el evangelio de Lucas
llama Necio, pues piensan
muy diferente a la realidad; pero aunque los hombres no te pidan cuentas, hay
alguien que todo lo ve y que no pasa por alto las injusticia de los que maltratamos
y herimos a los más débiles e indefensos.
Esto es lo que tenemos para este artículo, donde ya
los más maltratados no encuentran piel para arroparse por la inclemencia de la
tempestades económicas que en todos los periodos de administración pública
vemos como las películas que nos tiene acostumbrados a ver los necios político
de nuestra historia.
Pero esta reflexión parecería un tanto “no me
importa”, no es lo que queremos dejar dicho, pero soy más creyente de la
justicia divina que de todo el aparato judicial que los mismos creadores de la
corrupción han hecho.
Quiero hacer mención
a un texto bíblico donde Jesús dice “al que te pide la túnica, dale
también el vestido”, lo digo pues, porque elegimos los mismos que serán nuestros tiranos. A
diferencia de nuestro Dios que promueve “el que quiera ser el primero que sea
servidor, pues yo no he venido a ser servido”.
El objetivo del Dios que nos creó es hacer posible
en el hombre sus realidades, que superan todo lo que el mismo instituyó, para
el disfrute del propio ser humano hecho durante la creación.
Un mañana me dirijo a un campo muy pobre de una
comunidad, a celebrar una eucaristía, que es la oración o encuentro que hacemos
o realizamos los católicos, eran cerca de la 12 p.m., y mientras caminaba, pues
tuve que dejar el vehículo y atravesar el campo caminando, me sorprendió ver un
niño, a esa misma hora, comiéndose un pedazo de lechosa criolla con todo y
semilla, y me dije a mi mismo, ese pedazo de lechosa es la comida de ese día
para ese niño y me sentí apenado pues no es suficiente a esa edad comer
solamente ese pedazo de fruta, sabiendo que amerita otro alimento para su
nutrición, pero después por el camino pensé, pero lo importante es que encontró
algo que por un poco de tiempo le dio felicidad, y el mismo Jesús le dice a Marta
en el evangelio cuando le visita a su casa, que nadie le iba a quitar su
felicidad.
Podemos creer que la felicidad es dependiente de
realidades y no, todos los seres humanos
tenemos con qué poder descubrir la felicidad; dice Job “desnudo naci y
desnudo volveré a la tierra”.
Parecería que estoy predicando una alabanza al modo
con que nuestros líderes políticos nos roban y
maltratan nuestra economía, y sobre todo que nos bajan, con su modo de
ser, de la cumbre de más alta esperanza, pero es ya muy sabida la idea de que
maldito el hombre que cree alcanzar la felicidad en las cosas creadas.
La felicidad no trae extremidades inferiores ni
superiores, o sea, no transita con extremidades de manos o pies para depender
de espacio o de circunstancias para ejercer su función en el corazón del ser
humano que le promueven y le buscan, ser feliz depende de que tú te lo
propongas aun cuando exista tu sólo ser, claro está con el ser más especial,
con Dios.
El
autor es Párroco
Iglesia la Carmelita, la Vega
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