Rosario
Espinal.
Estoy asqueada, me siento impotente y no
me gusta esta sensación. Prácticamente cada semana, la prensa dominicana
reporta que a alguna mujer la golpearon, la mataron o la violaron. Y eso, que
el sub-registro de violaciones de niñas es grande porque atemorizadas, no dicen
nada hasta muy tarde y muchas familias se callan.
Los feminicidios siguen viento en popa,
pero sobran las personas que ante los hechos culpan a las víctimas. Las mujeres
malignas desatan los demonios masculinos; el mismo cuento de la manzana.
Hace varias semanas asistí a un
encuentro en Santo Domingo donde quedé estupefacta. Un profesional argumentaba
que muchos reportes de maltrato a las mujeres son tramas femeninas para obtener
ventajas. Pregunto yo, ¿qué ventajas obtiene una mujer que termina herida en un
hospital o enterrada? ¿Cuántos masculinicidios se registran en este país, y en
el mundo, por cada feminicidio? ¿O es que los demonios sólo habitan en los
hombres?
La rabia y la irresponsabilidad
masculina que anda suelta en República Dominicana necesita remedio rápido, y de
ese problema no son culpables las mujeres; porque si alguien debería tener
rabia son las mujeres que han sido sometidas a la discriminación histórica y a
un patriarcalismo ancestral todavía vigente.
Si aberrantes son las golpizas y el
asesinato de mujeres, no encuentro palabras en el diccionario para calificar la
violación sexual de menores.
¿Se puede culpar una niña de 11 años de
haber provocado a un hombre mayor que la violó? ¿Es esa niña culpable de la
atrocidad? ¿Qué ventajas obtuvo? Sin argumentos para justificar estos crímenes,
la sociedad machista esconde muchos abusos, y sólo se hacen públicos como
sucesos mediáticos ante los cuales muchas personas ni se inmutan.
En República Dominicana es fácil para un
violador salir de la cárcel, es fácil que ofrezca dinero a una familia
empobrecida para que lo dejen tranquilo, y además, existe una disposición
constitucional criminal que obliga las mujeres (las menores incluidas) a parir
toda criatura concebida en una violación sexual. ¡Qué país tan salvaje! Y
dizque es una constitución democrática.
Mientras todo eso ocurre, muchos
políticos dominicanos viven la gran vida siendo legisladores o ministros,
asesores o directores. La miserable realidad social dominicana parece no
tocarles ni en el cuerpo ni en el alma, y su objetivo principal es preservar su
poder y el de quienes tienen muchos toletes y una boca grande para amedrentar.
No hay estadísticas precisas del número
de violaciones sexuales en el país. Muchas mujeres no lo denuncian por miedo o
vergüenza, y muchas niñas porque no saben o no pueden hacerlo. Pero los casos
resonantes que llegan a la prensa indican la magnitud del problema.
¿Qué le espera en la vida a una niña de
11 años que fue violada, dio a luz y se encuentra actualmente en condiciones de
salud precaria? ¿Qué hará su familia empobrecida? ¿Qué hará el Ministerio de
Salud, Educación o Conani? ¿Qué hará el cura o el pastor de su comunidad? ¿Qué
hará ella con el trauma que le acompañará el resto de su vida si sobrevive? Y
éste es sólo uno de tantos casos.
El costo humano y social de la violencia
machista es altísimo, sea golpiza a mano, asesinato con pistola, o violación
sexual. Es tiempo de que la sociedad dominicana reaccione, que se inicie una
campaña educativa masiva para comenzar a derrumbar el abusivo machismo, que se
aplique la ley a los violadores, y que la Constitución y el Código Penal no
obliguen las mujeres a concluir un embarazo producto de una violación sexual
criminal.
Extraído del periódico HOY.
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