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domingo, 13 de enero de 2013

La propuesta de la felicidad.


Franklin Mena.
A veces parece que es muy estrecho el camino para alcanzar la felicidad, por los pocos seres humanos que la encuentran, y se ve como un privilegio para los que tienen  garantizados los bienes económicos y se ve que será algo inalcanzable para la mayoría, pues la respuesta a esta realidad que se da es que nadie es feliz en la tierra.

Mientras la muerte siga quitándonos familiares y nos haga desaparecer físicamente, mientras el hambre siga mortificando el estomago inocente de tantos niños y ancianos en el mundo, mientras la violencia siga siendo el método para apaciguar los conflictos, mientras que el modo de conquistar las reivindicación siga siendo las revueltas sociales; parecería que la felicidad es la realidad que más fácil desaparece del alcance del ser humano y de la humanidad.

Estas afirmaciones hacen pensar en la frustración, y  lo menos cercano a algo tan pesimista es la impotencia. En el libro del Evangelio encontramos a un personaje llamado Simeón, un anciano que inspirado en una promesa divino esperaba ver  personalmente a Jesús, confió en esa esperanza y logró verlo y expresó un hermoso himno que dice lo feliz que era al ver a Jesús, o sea, que la propuesta de origen espiritual puede asegurar la felicidad mejor que cualquier otra propuesta.

Muchas veces el camino de la felicidad parece intransitable, pues se quiere un tipo de felicidad, no la felicidad misma que parece muy compleja adherida a cosas, a personas, a lugares, hasta ideas. En todos los ambientes donde el hombre vive puede encontrarse con la misma propuesta de la felicidad, una propuesta sin ataduras, pero si con compromisos de fidelidad y perseverancia.

El proyecto de Dios no tiene una tipología social, económica, racial etc., o tampoco  un sólo rostro, es más abarcador. “Vengan a mi todos”,  dice el libro sagrado de la Biblia. Muchas veces es tan frecuente encontrarse con tantos seres humanos que no escuchan este llamado, el mismo texto sagrado de la Biblia nos aclara que son muchos los llamados pero que son pocos los escogidos, porque el ser humano invierte más fácil sus recursos y tiempo en lo que no le puede dar felicidad.

El nombre de un hombre me llega a la mente, Francisco de Asís, cuando su cuerpo se vio sin ningún tipo de ropaje, al ser cuestionada su actitud por su padre y éste le entrega todo lo que dependía de él, este alaba a Dios y llega a ser feliz.

La felicidad en Jesús es la única felicidad que asegura todo en la vida terrenal y como dice el maestro de la felicidad: Jesús, su propuesta va más allá de la comida y la bebida, pero no significa que ambas él nos la niegue, pues vemos que siempre que él ve al ser humano en necesidad tiende su corazón y su mano, pero el egoísmo del mundo termina llegando a pocos, que utilizando el modo de conseguir egoísta, esconden y lo que todos necesitan terminan en manos manchada.

Y para esto Dios pone leyes, diciendo no robar, pero el que robe podrá garantizar el poseer y hasta acumular en la tierra, pero asegurar la felicidad será imposible sino se convierte. Así escribíamos en el pasado artículo, que nos puede quitar nuestras riquezas económica pero no nuestra felicidad, y en este nuevo año 2013 no estaremos excepto de que nuestro líderes políticos vuelvan a darnos una estocada parecida, ya sea con los costos siempre elevados de los servicios básicos o con la mala administración de los bienes comunes.

Recuerden que la bendición de Dios siempre la tendremos de nuestro Padre, que no hay fuerza que pueda más que él; y con el nuevo lema en fe y fraternidad construimos la comunidad.
El autor es Párroco
Iglesia la Carmelita, la Vega

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