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domingo, 18 de noviembre de 2012

Triste rostro de la educación dominicana.


Son muchas las peripecias que pasan los educadores para llegar a desempeñarse como  profesionales en su área, y a final de cuentas no pueden ni siquiera tener una vida digna.

Primero deben franquear todo un rosario de trabajo para poder obtener su título universitario, después le sigue lo más infernal, luchar para poder ser nombrado, cosa que es una odisea en este país, pues para que medio se le faciliten las cosas, este debe de pertenecer al gobierno de turno. 

Luego de que consiguen una tanda, viene la lucha interminable para poder conseguir la otra; y cuando logran tenerla, disponen enviarlo a uno de los campos más lejanos de donde esa persona reside, con la única finalidad de que en el tiempo que perdure laborando pase las de Caín.

Posteriormente, para que dicho profesor sea bajado a la ciudad a impartir docencia hay que hacer una letanía de gestiones; encima de todo esto, el mal salario que recibe, donde  debe convivir con el alto costo de la vida, de la canasta familiar, de los medicamentos, el que sólo es cubierto de un porciento por su seguro médico.

Respecto al seguro médico, éste ha venido presentando inconvenientes desde hace algún tiempo, porque cuando no es que se lo retiran por falta de pago de las autoridades, es por desfalcos de los funcionarios que han dirigido esa cartera.

Esto no es todo, además están las condiciones precarias en las que trabajan en muchas ocasiones, en la cual no tienen un espacio decente para desempeñarse, y ni que decir de los pobres estudiantes; pero sobre todo la pírrica pensión que reciben luego que son jubilados, que no les da ni siquiera para el sustento diario.

Todo esto sumado, da un resultado, la mala calidad en la educación, ya que los profesores desde sus inicios no reciben ningún incentivo que les motive a desempeñar sus funciones con dignidad, para poder suministrar decorosamente al estudiantado una educación estimable.

Este es el triste rostro de la educación dominicana, que se refleja día con día, y lo lamentable es que a medida que transcurre el tiempo, no se ve mejoramiento, sólo se observa la indiferencia de las autoridades, y las promesas incumplidas por parte los que quieren vivir de sueños, pero lamentable no podemos más que vivir de realidades.

Ojala que esta situación mejore, para el bien de los docentes, donde se les dé una mejor calidad de vida, como entes decentes, con dignidad, sin carestía, porque son los que forman a las nuevas generaciones, que vendrán con deficiencia, educacionalmente hablando, sino se toma el debido control.    

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